Por Marisa Ramón.
Desde que Hart en 1983, en su libro Human Brain, Human Learning, enunció que la estructura del enfoque tradicional de enseñanza y de aprendizaje era “opuesta al cerebro”, se han realizado multitud de estudios e investigaciones al respecto que demuestran que esto es así inevitablemente. Su hipótesis era que la enseñanza compatible con el cerebro tendría como resultado un aprendizaje, un clima y una conducta mucho mejores. Y declaraba enfáticamente que para que la educación fuera realmente “compatible con el cerebro” debía ocurrir un cambio en el paradigma de enseñanza-aprendizaje. Entonces, ¿qué debemos cambiar en nuestra forma de enseñar? La respuesta es obvia: la metodología. La neurociencia nos puede ayudar en este sentido, nos sirve para entender cómo aprende el cerebro. Este conocimiento nos ayudará a mejorar sustancialmente la eficacia de los procesos de enseñanza-aprendizaje. Desde la pedagogía, basándose en los paradigmas que nos ofrece la neurociencia y de acuerdo con el currículum escolar, deberían generarse nuevas formas de enseñanza, nuevos modelos pedagógicos coherentes con el desarrollo del cerebro en las diferentes etapas de la vida. Es bien sabido que el futuro del cerebro depende de las redes neuronales que se hayan establecido durante la etapa escolar en función de la educación recibida. Nos lleva más tiempo desaprender algo que hemos aprendido erróneamente que aprender bien, es decir, adquirir un nuevo conocimiento por el camino adecuado. La organización, secuenciación y repetición de los procesos de aprendizaje son básicos para desarrollar y mantener circuitos neuronales mientras que la aleatoriedad conlleva siempre un mal aprendizaje. La repetición y las rutinas consiguen una mayor precisión, rapidez y velocidad en las conexiones neuronales. Debemos tomar conciencia de la importancia que tiene conocer más sobre nuestro cerebro y de cómo ello influye en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Cuanto más conozcamos sobre su funcionamiento más eficaz será el trabajo que desempeñamos en nuestras aulas. El maestro que conozca los principios neurobiológicos tendrá en sus manos una valiosa herramienta para diseñar una praxis docente exitosa.